Revista digital infantil (realizada para el crédito de síntesis 2006)

21 abril 2006

Sección niños_TEXTO_cuento01













En un desierto, donde apenas era posible la vida, había una flor, y a sus pies vivía un pequeño gusano, que se alimentaba de los cuatro hierbajos que había por los alrededores.
Hay desiertos en los que a veces llueve algo, y este era uno de ellos; pero hacía ya mucho tiempo que no caían ni unas miserables gotas, y las pocas hierbas que quedaban, no tenían nada aprovechable para el pequeño animalillo.
Así pues el minúsculo gusano se encontró un mal día con que únicamente sobrevivían él y la flor a la que siempre había mirado con cariño y veneración pues era lo más hermoso en su vida.
El señor hambre gritaba más y más y la mirada del gusano se posaba instintivamente sobre las tiernas y bellas hojas de la flor, quien muy generosamente le habló:
¡Amigo! Vas a morir si no comes nada, y yo estaría encantada si pudieses seguir viviendo gracias a mis hojas.
El gusano respondió:
¡No hermosa flor! No tocaré ni el más pequeño trozo de ti. Siempre has sido mi tesoro.
¡Cuantas horas he admirado tu belleza y ella ha alegrado mi a veces triste vida!.
¡Cuantas veces tu suave perfume ha conseguido que me sintiese feliz!.
Agradezco tu generosidad, digna de tu belleza, pero debes seguir viviendo para consuelo de otros gusanos que pueden venir después de mí.
El gusanito se tumbó a la sombra del tallo, resignado a irse al cielo de los gusanos y las acometidas del hambre se iban haciendo progresivamente más borrosas transformándose en debilidad extrema.
Ya nada podía esperar y contemplaba la vida como algo lejano, algo más allá de su cuerpecito, y este era como un abismo infranqueable que le separaba del exterior. Perdió el sentido y permaneció en ensueños.
En aquel delicado momento, una nube solitaria en aquel inmenso yermo dejó posar unas gotas de agua sobre la hermosa flor, quien recogiéndolas cuidadosamente en sus hojitas se inclinó hasta donde estaba su amigo, y le introdujo una gota en la boca.
Lentamente el gusanito fue recuperando la vida.
Vino más lluvia, vino más vida y el gusano y la flor desde entonces se miraban y sonreían.
Se querían.